Hoy se celebra en los Estados Unidos el Día de Martin Luther King, Jr., en homenaje a la icónica figura del Movimiento pro Derechos Civiles en este país, y de la lucha por los derechos humanos en todo el mundo. A 55 años de su muerte, su visión de solución del conflicto racial y de lucha contra la injusticia por vías noviolentas mantiene una relevancia extraordinaria, en un mundo donde desafortunadamente aún prevalecen las nociones del ejercicio del poder por medio del uso de la fuerza, incluyendo fuerza letal para agredir y asesinar a los oponentes.
Ahí están como evidencia los casos de la agresión criminal de Rusia contra Ucrania, o los 504 manifestantes asesinados en Ia represión a las manifestaciones en Irán, incluyendo 70 niños, según datos compilados por la ONG Iran Human Rights, y las 19.262 personas arrestadas, de acuerdo a Human Rights Activists's News Agency (HRANA). También casos más cercanos a nuestro entorno como los 47 muertos hasta el presente a causa de la extrema violencia de las autoridades en Perú, o los casi 1,500 manifestantes pacíficos agredidos y arrestados en Cuba por el régimen, incluyendo menores de edad. El enemigo común sigue siendo la violencia, y la validación del asesinato extrajudicial como razón de Estado.
Ahí radica precisamente la esencia del mensaje del Dr. King, que lo mantiene vigente en nuestros días. Puesto que los derechos humanos son universales e inalienables, según expresa la Declaración Universal, de igual manera deben abordarse los esfuerzos por hacer valer estas libertades fundamentales de los seres humanos en cualquier rincón del planeta. Enfocarse en las diferencias en lugar de hacerlo en las similitudes de cualquier lucha debilita a los movimientos e impide su crecimiento. En su en su seminal ensayo Carta desde una Cárcel en Birmingham, lectura obligatoria para cualquier activista en cualquier lugar del mundo, el Dr. King establece cuatro fases básicas para conducir cualquier campaña noviolenta, que son las siguientes: “primero la reunión de los datos necesarios para determinar si existen las injusticias; luego la negociación; después la auto- purificación; y, por último, la acción directa”[1].
Resulta muy común en nuestros días acusar a manifestantes de crear tensiones innecesarias en la sociedad, como vía de descalificar sus acciones y justificar la represión en su contra. Así como resulta repudiable la comisión de actos de vandalismo y violencia en las manifestaciones, y sus perpetradores deben ser identificados y puestos a la disposición de la justicia, nada justifica el empleo de fuerza letal por parte de las autoridades, cualesquiera que éstas sean. CELANV se mantiene firme en su máxima: “Protestar es un derecho, reprimir es un crimen, vandalizar es un delito”. El uso de munición viva contra manifestantes desarmados debe ser tipificado como un crimen de lesa humanidad.
En su célebre carta, el Dr. King expuso lo siguiente: “Debo confesar que no me da miedo la palabra ‘tensión’. Siempre me he opuesto de manera ferviente a la tensión violenta, pero existe un tipo de tensión constructiva, noviolenta, que resulta imprescindible para el desarrollo. Los que practicamos la acción directa noviolenta no somos los creadores de la tensión, sino que nos limitamos a hacer aflorar una tensión oculta, que ya estaba ahí presente”.
Una de las percepciones erróneas más comunes con relación a la acción noviolenta consiste en considerar que se trata de una posición débil, pasiva, o que apela a la conversión del oponente por medio del sufrimiento. Nada de esto corresponde a la realidad. Mahatma Gandhi rechazó en su momento el término “resistencia pasiva”, una etiqueta creada por los medios de prensa, estableciendo claramente que no había nada pasivo en sus acciones, y que “los generales no eran los únicos que sabían planear campañas de forma estratégica”. Como buen discípulo de Gandhi, Martin Luther King Jr. basó su éxito en el planeamiento concienzudo de sus acciones, desde la campaña por la desegregación del sistema de transporte público en Montgomery, Alabama, hasta la campaña por la desegregación de los mostradores de almuerzo en los supermercados Woolworth en Greensboro, Carolina del Norte. Una victoria en cada paso, hasta llegar a la aprobación de la Ley de Derechos Civiles en 1964.
Este es el gran legado del Dr. King, la visión homogénea de la lucha por los derechos humanos; su capacidad de asimilar y aprender de experiencias exitosas en otros lugares y épocas de la Historia; su apego a la disciplina noviolenta, y su ejecución de forma estratégica sin obviar la naturaleza del conflicto. Nutrirse de estos elementos esenciales resulta la mejor manera de aprovechar este legado, y rendir tributo a su memoria. Como bien dijese: “La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la injusticia en todas partes. Estamos atrapados en una red inescapable de mutualidad, atados en una sola vestidura del destino. Lo que afecta a uno de nosotros directamente, nos afecta a todos indirectamente”.
En un mundo cada vez más interconectado, donde cualquier evento tiene repercusiones muchas veces instantáneas a cientos y miles de kilómetros de distancia, esta visión de universalidad de la lucha por los derechos humanos es además de ajustada a la realidad, indiscutiblemente necesaria.
[1] Carta desde una cárcel en Birmingham: https://www.angelfire.com/planet/islas/Spanish/v1n1-pdf/45-55.pdf
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